No tengas miedo del espíritu. El espíritu está, como dicen los sufíes, en la llama de la aorta. Tan cerca como el calor de la sangre. Tan lejos como la incapacidad de ver sin espejos nuestro rostro. El espíritu requiere que confiemos en él: sembrar y esperar la lluvia; el fruto brotará como consecuencia natural de la existencia. Lo perverso y lo sombrío se cauterizan como la lava dejándose vencer por el mar. Entre lo contemplado, ahí está; detrás de las nubes, en medio del agua, alrededor de las estrellas y en el párpado que determina la vista. En los huesos que se inflaman, en las calles, en los pies, en las arrugas de la abuela, en la savia del árbol que será una mesa en la que almorcemos cuando estemos viejos. No tengas miedo del espíritu, te escuchará incluso cuando la bulla sea demasiado grotesca.
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