sábado, 19 de noviembre de 2022

Four Good Days





 

 

Como que la Mila Kunis de la serie That 70´s Show que fumaba marihuana todo el día en un sótano hubiera ido avanzando en su consumo hasta llegar a la película Four Good Days (2020), en la que está convertida ya en una mujer de más de treinta años que no puede soltar la heroína. 

 

El transcurrir del tiempo sin notarlo es una característica de la adicción, que pasa, como ola voraz, por encima de todo: familia, sueños, virtudes y de la misma voluntad de quien consume. Un día parpadear y sentir el alma curtida degradándose tras el próximo pase de cocaína. Este filme ocupa la historia arquetípica de la adicción, que implica la dificultad de salir de ella dibujándose un ciclo infernal: una resaca física o emocional empuja a la siguiente dosis y esa dosis estimula la conmiseración que a su vez provoca el consumo compulsivo del cual es casi imposible escapar.

 

“La inextinguible capacidad de provocar dolor”, dice Roberto Bolaño en el poema La Francesa. Dibuja así una imagen aplicable a una persona adicta. Puede salir con cualquier excusa, por inverosímil o exagerada que sea, con tal de proteger a su droga. Claramente, los más queridos y cercanos se llevan la parte más sucia. Y no es raro que se cree una simbiosis con algún familiar generándose un baile en donde el familiar se convierte en facilitador solucionándole los problemas al adicto con tal de hacerle un bien, pero resulta que estas acciones lo hunden aún más. Al mismo tiempo, este acompañante puede convertirse en el ángel que le queda a la persona adicta: su única posible salvación. Quién mejor que Glen Close, madre de Mila, para mostrarnos ese rol contradictorio: desde la culpa, la incertidumbre, el resentimiento y el amor, hace o deja de hacer cosas por ayudar a su hija. 

 

Estos y otros temas se tocan en Four Good Days, una película que saca lágrimas si la vemos compasivamente. Las drogas llevan a quien se engancha con ellas a lugares externos demoníacos como casas abandonadas atiborradas de gente pinchándose, pero sobre todo a espacios internos demasiado constreñidos y engarrotados que, en algún punto, no se pueden ya desenredar.  

 

Siempre está, como dice el Evangelio, la posibilidad de la Buena Nueva. El Milagro podrá darse solamente tras cuatro días buenos (o los necesarios) de buena voluntad. A veces resulta una condición excepcional que alguien acuda a un grupo de Doce Pasos y se dé el chance de permanecer limpio y, tras un tormento de décadas, de repente un día cumple dos, tres, cinco, nueve años sin ingerir substancias y vea de nuevo la vida con los ojos trasparentes y más conscientes, y que esa conciencia sea tal que logre irrigar al resto. 

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