lunes, 12 de septiembre de 2022

Un pacto poético o no





Cuando los días se hunden en artilugios jurídicos que conducen a puros hoyos negros, me pregunto qué sería de mí si fuera escritor-lector de tiempo completo. En un tiempo de vagancia (considerada así por mis parientes) escribía como loco; endemoniado me propuse terminar un cuento diario. A muchos de esos relatos les he dado, a lo largo de una década, vueltas y peripecias hasta pulir, desechar, asesinar frases, párrafos, páginas. 

 

Recordé estas épocas al ver la película danesa -basada en una historia real- El Pacto (2021), dirigida por Bille August, en la que el poeta Thorkild Hansen recibe la ayuda mística de una escritora mayor, Karen Blixen, quien le da cobijo en su gran mansión que se equipara a un palacete monárquico en donde no solo podía pernoctar con calma -lejos de su familia- sino comer decentemente y con ello lograr vitaminas para construir una obra pulcra. Blixen, una poeta real, se perfilaba, según dicen, al premio nobel que por razones de la vida -más bien de la muerte- no alcanzó a acariciar. Tenía historias mágicas del lejano continente que dejó plasmadas en el famoso libro “Memorias de África” y poseía un aura de gitana millonaria acostumbrada a prestidigitar la vida de otros y a destilar caprichos exóticos como armar fiestas exuberantes y financiar poetas. 

 

Para escribir se requiere tiempo. Claro, cierto talento y estímulo, pero sobre todo tiempo. No te pagan estrictamente por ello aunque cuando ya logras cierto renombre puedes optar a estancias en hermosos lugares donde te dedicas a terminar las obras. Mi amigo Frank Goldman se irá dentro de poco a Italia a finalizar o adelantar una novela fabulosa que me ha comentado durante algunos almuerzos. Dante Liano ha contado los humorosos tiempos que vivió también en Italia con Tito Monterroso en donde pernoctaron noches inolvidables. 

 

La película, que ganó varios premios, se trata de un pacto -tal el nombre- entre la madame, el espíritu -santificado y mortalmente satánico- y el hombre convertido en poeta. Las ventas del alma son recurrentes en artistas o rockeros. El cáliz de la inmortalidad seduce a cualquiera y quién mejor que el diablo mismo para ofrecerlo. La encrucijada somata la puerta: ¿poeta para siempre u hombre mortal de campo? ¿Existe o no esa dualidad contradictoria? Pero más que la atmósfera alrededor de la figura del poeta -noches con famosos y clases en elegantes universidades- late, como resuello, la pregunta que impregna la vida: ¿dónde está la verdadera poesía? Sin adelantar nada, creo que Hansen resuelve sabiamente esta disyuntiva. 

 

 

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